Tengo 33 años y desde que me casé, hace 4 años, mi esposo y yo deseábamos tener hijos. Al poco tiempo de juntarnos quedamos embarazados, pero mi embarazo no duró más de 2 meses; desde entonces, seguimos intentando sin obtener ningún resultado por la vía natural, así que mi doctora que atendía casos de fertilidad primaria, me mandó a realizar varios exámenes. Uno decía que mi reserva ovárica era baja, y que a medida que pasara el tiempo las posibilidades de un embarazo espontáneo se reducirían.
Tras muchas pruebas de sangre para descartar cualquier problema, la doctora intentó probar con dosis de hormonas y con relaciones dirigidas, para ver si lográbamos lo que tanto habíamos deseado; pero lamentablemente sin ningún resultado. Luego de 4 intentos fallidos, me recomendó verme con un especialista en fertilidad.
Una colega de mi doctora nos sugirió ir donde el Dr. Burgos. Él desde el principio, muy inquieto por mi historial médico, me hizo millones de preguntas, todas fueron contestadas y poco a poco fueron descartando las causas de mi infertilidad.
Mi esposo debía ponerse en tratamiento también por 3 meses antes de la inseminación artificial. Todo el proceso comenzó en el mes de octubre de 2014, y ya para enero de 2015, debía haber completado el tratamiento, para que una vez comprobado que estaba todo bien en él, el Dr. Burgos procediera a realizarme la inseminación.
Mientras tanto, en noviembre de 2014, el Dr. me mandó una dosis de hormona para ver si mi endometrio aumentaba de tamaño ( ese era uno de mis problemas de infertilidad, que mi endometrio no crecía previo ni durante a la ovulacion), sin embargo, luego de monitorearme por medio de ecos, pudo notar que al concluir la dosis de hormonas antes de la ovulación, ya mi endometrio había alcanzado el tamaño mínimo requerido para que se diera la concepción.
Llegó la navidad y con ella vinieron los descansos de ambos, paseos, estar en paz, y como por arte de magia, mi regla nunca llegó. Hoy día tengo las mejores 12 semanas que jamás tuve, sólo con las hormonas y el tratamiento que le mandó el Dr. a mi esposo. No hizo falta la inseminación, nuestro sueño se nos hizo realidad.
Por cierto, como nosotros no teníamos suficiente dinero, habíamos pedido a una institución pública, los recursos económicos para costear los gastos de la inseminación, y casualmente al mismo tiempo de enterarnos de nuestro embarazo, también nos llegó la noticia de que los recursos habían sido aprobados. Gracias al Dr. Burgos y a Dios, no hicieron falta. Y ahora podemos decir que estamos ¡felizmente embarazados!.
No pierdan la fé y no se olviden,
El Señor es mi pastor, nada me falta. Salmo 23.
Virginia González Palma